domingo, 10 de febrero de 2013

Claustrofobia al fondo a la derecha

La camarera me está enseñando las tetas, pero no me dice nada. He pedido esta libreta para escribir ésto, luego la usaré para pintar. Un poco de anfetamina, resquicios de días que no recuerdo. Se me acerca una chica y me pregunta si estoy escribiendo mis memorias. Es más puta y paleta que la camarera. Sus ojeras me dicen que compartimos el gusto por desvanecer el tabique, eso me gusta en parte, pero se la ve llena de vida, y eso no me atrae nada. Me atrae la belleza triste, las ojeras al fondo de la barra sugiriendo de forma explícita un universo que se ha deshecho por las codiciosas manos del vicio y la autodestrucción.
La atracción que siento a autodestruirme es tan abstracta que en términos de la lógica razonable no tiene sitio en los reinos distrópicos. Me masturbo pensando en un mundo sin leyes, con drogas gratis y conciencias libres, donde el concepto ´te estás echando a perder, con lo que vales´ de la vuelta y sea motivo de elogio. Este concepto está muy relacionado con la moral antítesis del cristianismo, pero aún más con la droga. ¿Cómo vamos a romper los huevos contra la ventana de Dios si no? Motivo suficiente para hacerlo sería salir de la cómoda rutina, esa rutina cálida de mamadas a cinco euros. Más allá, el fin y el medio es descubrir el relativismo que debe (pero no) inundar la conciencia individual y social. Ahora me voy al baño.

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