jueves, 29 de marzo de 2012

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Esto lo escribo de carrerilla,
sin pensar, a ver que sale,
porque me apetece escribir algo
para paliar el dolor y la angustia,
pero me he dado cuenta
que ahora mismo no tengo
nada que decir.
He discutido contigo
y me da rabia,
así que me enajeno y tiro
la botella de cerveza vacía
contra la pared,
y hoy aún me da miedo
andar descalzo
por si me pincho.
Cuando empezó no sabíamos
que iba a pasar esto,
las cosas cambian y punto,
pienso ahora,
y todo ha ido a mejor aunque duela,
me gusta acabar mal,
me gusta que te cabrees
y que me llames gilipollas,
me gusta darte asco
porque tú a mí me das el mismo.
No iba a decir nada,
pero eres un tema recurrente,
no tanto como el despertar
o el alcohol y los trankimazines
en mi día a día.
Tengo las setas guays ahí,
en una caja, bien secas,
y creo que voy a comer unas cuantas
bastantes a ver si tengo suerte
y alucino para verte.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Café y trankimazín.

Reflejo traumas con seña
de identidad en mi pared,
manchas rojas y potas adornan mi suelo,
miro mi techo y si lloro se parece al cielo
y al infierno más amargo si ya no tengo para beber.
Odio que el tiempo pase tan lento
pero me desespera que se pierda,
es significa que o yo no tengo reflejos
o que la realidad es una quimera,
que el tic tac se clava como agujas en los tímpanos,
deseando que pasen las veinticuatro
con Dioniso y con Thánatos.
Porque tenemos una diatriba
y algunos tememos el dolor pero
ya no se teme tanto a la muerte.
Y como siempre reflejando la misantropía
en cada verso que escribo,
como sino podría seguir soportando el llanto
que empaña con sal las largas tardes
sin tu aliento en mi cuello.
Ya deje de creer en el amor platónico
y en la primera vista de los campos en flor,
cuántas veces te prometieron Salomón
y te dieron cielo negro de dolor.
Yo quiero un cielo rojo lleno de furia
y de pasión, claras noches de luna entrando
por la ventana de mi habitación,
que me gustaba morder tu lengua
y hacerte daño y ahora te tengo a kilómetros
y el daño me lo haces tú.
Noches han pasado a ser soledad con ansiedad
mezcladas con un cafe y un trankimazín
para palidar tu cara y para paliar
el dolor que causa esta ausencia.
Me despierto tres veces cada noche antes
de la definitiva, no sé por qué será,
si es mi móvil con una perdida,
si es que hay algo que me mata como cáncer
de forma lenta
o que escucho tu voz de fantasma
entrar por la ventana.
Dos panes en la repisa y un celo para pegar
los pedazos de este sinsentido que forma
remolinos de ansiedad, un montón de libros
que me enseñaron que la vida
puede ser mucho pero
pero quién coño es cada uno
y como podría controlar el timón
de mi sino.

lunes, 26 de marzo de 2012

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Con lágrimas en los ojos, con el pene ensangrentado,
fue un adiós muy doloroso
PERO YA SE ME HA PASADO




viernes, 23 de marzo de 2012

Paso de tender

Joder, tengo que tener, que la ropa se arruga
pero paso oye
que tienda el sol
que a mi eso de secar las penas
me va hacerlo con alcohol barato
y cagándome encima.
Living is beautiful
dice Kase-O por el altavoz
y sonrio como una puta
a la que le dan cincuenta euros
que usará para ponerse un gramo.
Ponche de ácido lisérgico reposa
sobre la mesilla
y se me olvida que iba a escribir
porque Kase-O sigue escupiendo maravillas.
Creo que iba a escribir sobre lo de siempre
una putilla que no me deja dormir
y hace que me palpite el párpado.
Bah, hoy no, no me apetece tender joder,
ya lo he dicho.

Me gustan los viernes

Tengo un trabajo de mierda,
en mi contrato pone que soy limpiabotas
pero no lo soy
y tengo que madrugar mucho,
recuerdo que Bukowski decía
que nadie podía ser feliz si se levantaba
antes de las doce del mediodía
o algo así.
Pero hoy no está tan mal esto
porque es viernes
y yo terminó y llego a mi casa,
he comprado un litro de cerveza
y son las diez de la mañana,
empiezo a sentirme mejor.
Pienso que debería leer más,
como leía antes,
que caían cuatro o cinco libros
por semana,
fácilmente.
Creo que ya no leo apenas
porque ya no encuentro libros
que me la pongan dura.
Exacto, un libro no me gusta
sino me la pone bien dura
como el ala de un avión.
Recuerdo esos excitantes momentos
cuando me empalmaba leyendo
como Kerouac veía cohetes amarillos,
o cuando Welsh contaba
como un nieto y su abuela
compartían heroína,
o también cuando Ivanovich
perdía su último rublo.
Y lo dicho, hoy es viernes
y no voy a madrugar hasta el lunes,
parece tontería pero para la felicidad
es muy importante no madrugar
y me he dado cuenta ahora.
Podría dejarlo y no supondría ningún problema,
pero ese minisueldo es lo que destino
a alcohol
y no tener eso sería más problema aún.
Me he puesto cachondo y me la saco
para tocarme un rato
y miro horrorizado
que en medio de la polla
me ha salido un lunar rojo enorme,
ayer no lo tenía.
No he ido al médico ni cuando tenía cuarenta
de fiebre y esputaba sangre
pero el lunes iré,
esto es serio.
O no, ahora veremos.

jueves, 22 de marzo de 2012

No hay alcohol.

Estoy en una casa que no es mía
es muy bonita y está
frente al mar
como debería estar todo.
Yo me levanto temprano,
son las doce y estoy cansado
de la noche anterior.
Me duele la cabeza.
Pero salgo a la terraza
y veo nubes al fondo
de un mar que está enfadado
por todos aquellos que dejamos
de luchar y de esforzarnos.
Todo nos da igual.
Y me voy encontrando mejor
mientras oigo dos voces,
una que me dice que despierte
y otra que me dice
que vaya a la cocina
y me sirva un whisky con hielo.
Hago caso a la segunda,
como siempre.
Y voy y me hago un cubata
recien levantado,
no hace falta comer,
me alimento de pensamientos
y ansiedades.
Cojo una nevera llena de hielos,
una botella de Four Roses
y otra de Cocacola,
un paquete de tabaco entero
y un mechero que prende muy bien.
Libreta no hace falta,
la llevo dentro.
Y salgo y me siento enfrente del mar
mientras bebo y bebo y fumo y fumo
y pienso.
La gente pisa la arena, descalza,
pero con unas botas pesadísimas
de problemas.
Me imagino ser cada una de esas personas
y las imagino felices a la mayoría,
me da envidia.
Sigo bebiendo mientras el crono
se vuelve loco y el sol cae como una bomba
a esa cortina sin color.
Me empiezo a marear un poco
y veo que son las doce de la noche
y la botella está vacía
y el paquete de tabaco también.
Me pregunto qué habrá pasado
todo este tiempo que he estado bebiendo
y contemplando como una monja.
Y llego a la conclusión de que
me da igual,
y de que ya no hay alcohol
y me vuelvo a la cama

borracho.