viernes, 22 de junio de 2012

Soy el chaval que no te coge el teléfono.

Compara. ¿Cómo ha sido mejor? Antes las llamas dolían, los recuerdos estaban empapados en gasolina y pensabas que había que conformarse porque es normal que los calderos y las fraguas sigan ardiendo y dañando el corazón hasta que la oscuridad detenga el reloj. Buscas. Porque no es agradable. ¿Qué hago? Buscas. Busco. Buscamos. ENCONTRAMOS, y no se apaga nada, pero llueve un poco y duele menos, y yo no te cojo el teléfono, pero cojo una melopea cada hora. ¡Ah, qué gusto sentir de repente un chorro helado que despedaza a Mefisto y le impide martillear durante veinte segundos o dos horas! No te engañes. Porque todo pasa. Y pasa. Y ya no se conforma con soplar el fuego. Ya no existe el fuego ni el agua. Se ha apagado y se ha evaporado. Sólo quedan unas ascuas que te hacen desear matar todo lo que tienes. Matarlo todo mientras lo miras a los ojos y sientes como los restos pútridos de las deshilachadas vidas que fueron todo lo que amaste se escapan de las pupilas del rostro cuyo cuello aprietas con las manos.

ANSIEDAD

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