domingo, 15 de julio de 2012

Dias largos

Días largos, en los que el papel está mojado y el sol pega más que un viaje lisérgico. Era ese martes, ¿o tal vez era miércoles?, la verdad es que no importa mucho, llevaba mucho tiempo sin saber que día era, muchas mañanas encontrándome al vecino trajeado en el portal mientras salía el sol, y cambié un tiempo. Estuve "des-intoxicándome" -¿se deja alguna vez?- y una noche me desperté sudando, o eran lágrimas y por eso estaba mi cara empapada, pero las penas y los espejos rotos no importan apenas cuando lo que ocurre es que nada es lo que parece, cuando tienes las maletas agavilladas como un buey, cuando las palabras son una meada que se va con tirar de la cadena. Llevaba despierto desde que amaneció, pero no me levanté de la cama hasta que el sol estuvo a noventa grados. Estaba solo en casa, y eso no era nada malo, llevo desde los ocho años queriendo irme, justo cuando el cerebro comienza a relacionar y a pensar un poco más sobre el entorno que le rodea. Abrí una botella de vino y con la prima copa vino la vomitona, me bebí otra y la volví a vomitar. Entonces bebí cerveza hasta las siete de la tarde, mientras pulía el resto de un chivato de yeyo. Comí un poco y me aburrí, entonces te llame, TE LLAME. -¿por qué cojones lo hice?-, y quedé contigo en en Malasaña. No estaba agusto contigo, pero necesitaba cariño. Yo sabía que era todo mentira, que estar por ti fue peor que intentar desengancharme, y aún así quedé contigo a las diez.

 Me puse guapetón y pille en el chino un par de litros, los cuales me pinché antes de salir de la línea siete. Salí en Tribunal, me encendí un cigarro, me pillé una yonkilata en un chino y me senté en un banco a esperar. Por fin te vi, pero tú no me viste. De repente me sentí fatal nada más verte, estabas echando un porro y estabas guapísima. Pero me diste asco, me sentí más vacio que mi lata. Entré otra vez al chino, pille dos yonkilatas y me metí para el metro, camino a mi barrio, sin decirte nada. No me pediste explicaciones, no me llamaste para insultarme ni nada. Creo que ambos sentimos lo mismo, creo que me viste y pensaste lo mismo que yo. No volvimos a hablar. Esta todo mejor así. Al fin y al cabo, la verdad es cosa, ergo, la mentira no puede serlo, no es nada.


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