miércoles, 22 de febrero de 2012

asdsdadas

Hoy ha salido el sol y me duele el pecho, y cuando pasa eso los pupitres y los estuches me dan demasiado miedo, como cuando estamos desnudos y tímidos. Cuando ocurre esto no queda más que tirarse al monte previo paso por la bodega, cosa necesaria para templar el solear que pega. Se me ocurren muchos sitios, pero solo uno vale: aquel por donde las mujeres esquían, ese sitio en el que hay un banco que tengo marcado en la espalda, donde las ojeras y las arrugas se esconden tras las gafas de sol.

No hay más paisaje que el sol y unas antenas de tensión, pero no hay sitio más bonito. Estoy ansioso porque pienso, y ya me duele el cuello, no solo de dormir mal por la misma historia incompleta que nadie tiene cojones a firmar, sino de mirar a los lados. Estoy paranoico, y tengo alucionaciones, veo a un viejo que camina a cien metros y me coloco en posición, porque creo que eres tú. En el desierto se sufre menos.

Ya han pasado doce horas y el tiempo de almohadas. Y me voy. Porque siempre hay que irse.


"Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido."

No hay comentarios:

Publicar un comentario