miércoles, 1 de febrero de 2012

Just a perfect day.

Bueno, recuerdo aquel día tan cojonudo. Me levanté hecho un cadaver, como de costumbre, pero en ese momento no me importó porque me acordé de que tenía cerveza en la nevera. Además tenía la polla tiesa, y eso siempre es un buen despertar en el mundo de los no vivos. Me senté en el sofá, puse una peli porno de esas antiguas, donde las mujeres van con un gato sentado entre sus piernas, con la cerveza en una mano y mi polla en la otra. Me encantaba el hecho de estar machacándomela y bebiendo a la vez, me sentí muy poderoso y no tardé nada en ensuciar la mesilla donde descansaba un cenicero con un cigarro encendido.

Ni me limpié ni nada, me sentía cerdo, muy cerdo, y quería sentirme así al menos todo un ratito de vida, o hasta que el sol se fuera de mi ventana. Los cigarros caían y la cerveza se evaporaba en mi lengua. Mi polla se volvió a poner tiesa, pero no me apetecía masturbarme, al menos de una forma convencional. Entonces salí a la terraza con la polla como un gaseoducto iraní, y con la cerveza y con el cigarro. Me acerqué a la baranda, apoyé el nabo en la repisa de piedra y la frente en el quitamiedos de metal. Me invadió una sensación de paz que era mejor que follar vestidos. La brisa daba en mi pene y era como si me estuviera masturbando, además el sol calentaba mejor que un coño espídico. Salió la vecina de al lado a su terraza y me vio, y yo jugué a ser herrero con mi polla, sí, empecé a martillear la repisa y se metió para dentro corriendo.

Entré en casa y cagué. Me hice otra paja. Me terminé la cerveza. Me fumé otro cigarro. Me metí en la cama y me dormí. Just a perfect day.

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